Por Francisco José Lloreda / Presidente de la Asocación Colombiana del Petróleo
Hace 10 años, Colombia y Argentina estaban juntos en el partidor del desarrollo de sus yacimientos no convencionales. Hoy, ese país es segundo.
A lo largo del siglo XXI, Argentina ha transitado por distintas crisis económicas, en parte por culpa de la pérdida de autosuficiencia energética, teniendo que acudir a la importación de hidrocarburos. En 2014, por ejemplo, sus importaciones energéticas alcanzaron los 11,2 millones de dólares, es decir, recursos equivalentes al 55% de los ingresos de las exportaciones de soja; prácticamente producían soja para comprar hidrocarburos.
Por esto, cuando en Colombia se llama la atención de la importancia de la autosuficiencia energética, no es alarmismo. Ya en la década de los 70 el país lo vivió: con sacos de café se obtuvieron las divisas para importar hidrocarburos. Esa historia no se debe repetir.
La referencia a Argentina es importante pues hace 10 años ambos países decidieron desarrollar sus yacimientos no convencionales, a través del fracking. Argentina lo hizo, Colombia aún no. En Vaca Muerta se han perforado más de mil pozos y están en curso inversiones por 22.000 millones de dólares en siete de los proyectos más grandes.
Solo Fortín de Piedra, el campo más importante en la producción de gas no convencional del país, de la empresa Tecpetrol, produce 600 millones de pies cúbicos de gas al día, la mitad de la producción de Colombia.
Y Argentina produce cuatro veces más gas que nosotros.
Fortín de Piedra está ubicado en Vaca Muerta, que realmente no es un lugar, sino una formación geológica en la Provincia de Neuquén, Argentina, en el límite con Chile.
Si bien desde 1927 se sabe, alberga yacimientos petrolíferos, solo hasta 2011 se conoció su enorme potencial. Hoy, las reservas probadas de petróleo de la zona son de 16.000 millones de barriles (las de Colombia son 1.958 millones) y las de gas de 308 billones de pies cúbicos (Colombia, 3,7 billones).
Es decir, Argentina tiene reservas de petróleo para 85 años y de gas para 150 años; Colombia, para 6,2 y 9,8 años, respectivamente. Es así que Vaca Muerta ocupa el segundo lugar del mundo en potencial de gas y el cuarto en petróleo, de yacimientos no convencionales.
Argentina recuperó la autosuficiencia energética para la época de verano, con excedentes para exportar a Chile y Brasil, y está cerca de lograrlo en el invierno. La clave: voluntad política, decisión de gobierno, y respaldo de amplios sectores de la sociedad.
El desarrollo de Vaca Muerta es hoy un propósito nacional, de los partidos y de las instituciones. La mayoría de los argentinos se interesan en el tema energético y entienden la importancia de este yacimiento.
Mientras tanto, nuestro país avanza poco.
Mejor dicho, avanza hacia la pérdida de la autosuficiencia energética y hacia una compleja situación fiscal, con consecuencias en lo económico y lo social. Y todo esto por no haber permitido aún ni siquiera la fase exploratoria de estos yacimientos, para validar su potencial.
En eso llevamos 10 años, lo que explica que de 12 empresas con conocimiento y experiencia en fracking, que mostraron interés en el país hace una década, solo queden tres. Las demás se retiraron.
El país ha logrado mantener una producción cercana a los 900.000 barriles, optimizando los campos maduros con técnicas de estimulación conocidas como recobro mejorado; en estos hay un potencial, pero limitado.
En costa afuera hay gas, pero en aguas ultra profundas, y todavía estamos a la expectativa de si será rentable extraerlo, ojalá, pero, además, son proyectos de largo plazo; y las cuencas nuevas no generan mayor interés, pues las empresas prefieren los entornos conocidos, para no enfrentar más consultas y bloqueos. La cuarta opción son los yacimientos no convencionales, utilizando fracking.
Dirán algunos que se trata de escoger entre dos males, la debacle energética y fiscal o el fracking. No es así: se trata de escoger entre una técnica conocida de extracción de petróleo y gas, con riesgos mínimos, identificados y prevenibles, y utilizada cada vez más en el mundo (30% de la producción de gas y 9% del petróleo procede de estos yacimientos), o cerrarle el paso, con argumentos falaces y movidas jurídicas, y dejar enterrados esos recursos, con consecuencias nefastas para el país. Ese es el dilema.
Colombia cuenta con la regulación requerida para el uso del fracking, lo ha confirmado la Comisión de Expertos, y está lista para iniciar cuatro pilotos de investigación en el Magdalena Medio y la cuenca Cesar-Ranchería que, de ser exitosos, le representarían al país 450.000 barriles adicionales de petróleo y reservas de gas por más de 25 años; inversiones anuales por 5.000 millones de dólares e ingresos fiscales de 5 billones de dólares al año por 25 años, sin contar con la generación de empleo y el crecimiento de otros sectores económicos, fruto de encadenamientos productivos en las regiones de operación.
Han transcurrido 10 años desde cuando Argentina y Colombia dijeron sí al desarrollo de sus yacimientos no convencionales. Argentina no titubeó y los está desarrollando.
Resolvió las inquietudes, preparó su regulación y le abrió las puertas, con la estatal YPF, a varias de las compañías más importantes del mundo. Argentina, tras cinco años de haberle dicho sí al fracking, comprobó que sí se podía hacer de manera responsable, ambiental y socialmente sostenible. Hoy es la tabla de salvación de ese país.
Colombia, por el contrario, continúa dilatando la decisión, presa de la desinformación y la falta de voluntad, perdiendo un tiempo precioso, en una ventana de oportunidad que se cierra.
PUBLICADO: 30 de agosto de 2019